Trabajo y Sociedad
Indagaciones sobre el empleo, la cultura y las prácticas políticas en sociedades segmentadas

Nº 1, julio-septiembre de 1999, Santiago del Estero, Argentina

El trabajo. Un valor en vías de extinción

Dominique Méda

Fragmentos de "El trabajo. Un valor en vías de extinción"
Editorial Gedisa, Barcelono, 1995

 

Crítica de la economía (fragmento)

La economía se ha convertido en nuestra ciencia social, aquella que en su versión vulgarizada inspira a los que toman las decisiones, los altos funcionarios y los políticos, aquella que pretende ser la ciencia general del comportamiento humano y la más exacta -y por tanto objetiva- de las ciencias sociales. Es también la ciencia que ha logrado imponer sus métodos a aquella otra disciplina cuyo objeto es, sin embargo, el más "social" de los fenómenos: la filosofía política. Inventada como el método que debía permitir autorregular una sociedad concebida como mera asociación de individuos, la economía no es capaz hoy en día de adecuarse a otra concepción de la sociedad. Tenerla por la ciencia más pertinente de nuestra época supone resignarse a vivir con una concepción limitada del hombre y de la riqueza, supone imaginar el trabajo como único modo de regulación y negarse a recurrir a la política como método alternativo de ordenación de la vida en común.

La economía, un método al servicio de una visión contractualista de la sociedad

La economía se postuló en el siglo XVIII como la solución más "fuerte" para resolver la cuestión del vínculo social. Su especificidad consiste en tomar como punto de partida a los individuos y abocarlos a tejer vínculos no voluntarios entre ellos: el deseo de abundancia es el principio externo que impulsa a los individuos y les obliga a hacer intercambios, es además el principio que genera una mecánica social por la cual las relaciones interindividuales se regulan automáticamente. El orden social deriva, lógicamente, del intercambio entre individuos. La economía nace, por tanto, necesariamente ligada a una concepción contractualista de la sociedad.

Presentación de la obra (fragmento)

En la actualidad, políticos y economistas están rivalizando por encontrar fórmulas viables para aumentar el número de puestos de trabajo. Parece obvio que todo el mundo necesita trabajar y que el trabajo siempre ha formado parte de la base de nuestra organización social.

¿Y si esto no fuera cierto? ¿Si el trabajo sólo fuese una invención reciente que nuestras sociedades han considerado necesaria dentro de un contexto histórico determinado, siendo así un fenómeno fechable que incluso podríamos dejar atrás? ¿La firme voluntad de los poderes políticos actuales de «salvar el trabajo» acaso no encubre la dificultad ante la que nos encontramos para pasar a otra época en la que el trabajo dejaría de ser tal vez un valor central? Estas son algunas de las preguntas que guían la investigación de Dominique Méda y su punto de partida para un excelente análisis de la función del trabajo a lo largo de la historia de Occidente. Ello permite situar el momento en que el trabajo comenzó a ser una necesidad esencial y un valor moral. Al explicar por qué hemos llegado a glorificar este instrumento de nuestro sufrimiento, la autora invita a relativizar su actual protagonismo casi trágico. Es preciso que nos interroguemos sobre el sentido del trabajo antes de buscar soluciones para superar el paro. Hay que ser conscientes de la estrecha vinculación entre la ideología del trabajo y las medidas políticas que se proponen.

La relativización del valor del trabajo no permite pasar por alto la aspiración de todo ciudadano a una actividad digna que pueda dar sentido a su vida. No hay aún soluciones perfectas.

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