Trabajo y Sociedad
Indagaciones sobre el empleo, la cultura y las prácticas políticas en sociedades segmentadas

Nº 6, vol. V, junio- septiembre de 2003, Santiago del Estero, Argentina
ISSN 1514-6871


 

Fulanismo o anarquía

¿Tragedia de la política santiagueña?

 

 

Luis Alejandro Auat
Departamento de Filosofía
Universidad Nacional de Santiago del Estero
auat@uolsinectis.com.ar

 

 

Caracteriza a la tragedia griega el hecho de que el protagonista se bate entre dos destinos igualmente funestos, de manera que en cualquier opción pierde. El trayecto de la libertad tiene la corta distancia entre el oráculo que le anunció su destino y el cumplimiento fatal del mismo.

Uno de los observadores más agudos de la realidad santiagueña, Bernardo Canal Feijóo, creyó intuir una especie de destino trágico de nuestra política cuando, en 1932, cifró en estos términos –fulanismo o anarquía- la clave de comprensión del alma santiagueña puesta en vida civil. “En la esfera política el ‘personalismo’ es la desembocadura natural y fortuita del alma santiagueña. Cualquier principismo la desmentiría burdamente”. Veinte años hacía que el partido radical quería constituirse en Santiago del Estero: en su lugar, se hablaba del ‘cacerismo’ o del ‘castrismo’. “[...] El radicalismo destronado por el fulanismo. El principio suplantado por el individuo” (Ñan. Revista de Santiago. Nº 1, 1932. Pág. 55.).

Y otro tanto cabe decir de cómo entre nosotros el Partido Justicialista no puede dejar de ser “juarismo”. Con el agregado de una explícita legitimación del hecho mediante la reivindicación permanente del caudillismo y hasta del paternalismo más desembozado (“Los santiagueños tienen un Padre... ¡y una Madre!”).

“El personalismo reside en los demás –explica Canal Feijóo-, en todos esos que fueron estrechándose de hombros, anulándose en una totalidad mayor de planos generales para alzar o hacer posible la pirámide en que uno, vértice, culminaría”. Un desentendimiento absoluto, un descansar en el lomo del otro las responsabilidades propias. “Un pueblo en esta unanimidad de íntima prescindencia, toleraría cualquier forma de gobierno”. Porque la historia nos asigna la republicana y representativa, caemos en el personalismo como “contracara de la incoercible anarquía”. Pero el personalismo “es en el fondo una manera salvaje de resistirse a lo orgánico, al ‘principio’ civilizador de la forma política, acatándolo en apariencia” (Ñan Nº 1, pág. 59).

 

¿Tragedia o drama?

 

De la otra raíz de nuestra cultura, la bíblico-semita, nos viene el sentido dramático de la historia: el tiempo no es la eterna repetición de lo mismo sino que tiene la dirección que le imprimen nuestras opciones, conscientes o no, en cada momento crucial. En el drama, vivimos situaciones límites, pero hay salida. La historia dramática, en medio de las dificultades, está abierta a la novedad. Y sobre todo, es obra de la libertad.

La conducta del santiagueño no es fruto de un destino pre-establecido. “La larga adversidad ha hecho de él un descreído del mundo”, afirma el mismo Canal Feijóo. Su descreimiento tiene razones históricas, no fatales.

Desconocer la historicidad del sujeto es el error cometido tanto por los tradicionalismos repetitivos como por los progresismos iluministas. Los primeros sostienen la pervivencia atemporal de formas culturales supuestamente portadoras de la “esencia” de nuestro pueblo. Y es en este sentido que se reivindica hoy al caudillo de ayer, desconociendo el cambio en el cuadro histórico de las posibilidades. La función de autoafirmación y liberación que pudo haber desempeñado el caudillo del siglo pasado, cambiado el cuadro histórico, se transmuta en función de estancamiento y opresión desempeñada por el caudillo de hoy.

Pero los “progresismos” iluministas también yerran en su desconocimiento de los procesos históricos. La voluntad demiúrgica de crear una realidad institucional impersonal, gira en el vacío incapaz de hacer pie en la concreción de nuestros hábitos político-culturales. La lúcida conciencia del fracaso del proyecto de importar instituciones, condujo a Alberdi a la convicción de la necesidad de “mudar la masa o pasta de nuestra población”. Proyecto que tampoco le salió del todo bien, al integrarse los inmigrantes españoles, italianos o árabes, a “la masa o pasta” cultural mestiza pre-existente.

 

El inédito viable

 

La libertad actúa siempre dentro de un cuadro de posibilidades, configurado por las acciones y opciones del pasado. Muchas veces, de lo que se trata no es de optar, sino de crear las condiciones para optar: el cuadro de posibilidades. La salida de una situación crucial, o de una encrucijada, siempre está contenida en los datos de la misma situación. Es el descubrimiento de lo que Gaspar Risco Fernández llama, con Freire, el “inédito viable”.

¿En qué momento de la historia santiagueña nos encontramos? ¿Qué papel le cabe a nuestra generación? ¿Debemos crear las condiciones de posibilidad para la emergencia del inédito viable?

Creo que el fulanismo en nuestra política no se reemplazará de la noche a la mañana, cuando el reloj biológico o la jubilación determinen el comienzo del post-juarismo. Otros fulanismos vienen en camino. Pero ¿cuál es el cuadro de posibilidades que encontrarán? ¿Qué funciones desempeñarán en él?

La cuestión no pasa por cambiar de “fulanos”, sino por darles un cuadro de posibilidades que modifiquen sus funciones. Modificar la lógica política es el desafío de nuestra hora. Pasar de una lógica patrimonialista a una lógica de lo público, de una lógica hegemonista y excluyente a una lógica del diálogo, el pluralismo y la participación. Y esto es cosa de todos los sectores, de todos los ámbitos y de todos los momentos. En cada gesto y en cada acción se juega alguna lógica. Modificando las lógicas de nuestras acciones, se va configurando otro cuadro de posibilidades.

El inédito viable no es un mesías: es el estilo y la función que el cuadro de posibilidades le obligue a asumir a cualquier dirigente. No se trata de reemplazar al fulanismo con instituciones impersonales: de lo que se trata es de configurar las condiciones culturales –incluyendo las lógicas de acción- para la emergencia de líderes democráticos: conductores respetuosos del pluralismo, abiertos al diálogo, capaces de compartir el poder en co-responsabilidad y sin miedo a la participación.

La alternativa al fulanismo es la anarquía, sólo si nos resignamos a considerar como trágico nuestro destino político. Pero nuestra historia no es una tragedia: es un drama con final abierto.

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